La cultura digital o cultura del “picoteo”

“Lo probamos todo… ¿sin comprender nada?”

Hace unos meses leímos una nota de Benjamín Prado sobre Internet, que fue publicada en el Diario El País de Madrid, el 27 de Octubre de 2011, que nos resultó buenísima y nos dieron muchas ganas de compartir algunos fragmentos con Ustedes.

La cultura del picoteo resume un libro en un tuit, un disco en una canción y la información en un titular.  Lo digital lleva a una forma de consumir fragmentaria

¿Cuánto vale lo que no nos cuesta nada? ¿Qué importancia le damos a las cosas que logramos sin ningún esfuerzo? En estos tiempos líquidos en los que si tienes 10 minutos y una computadora podes conseguir casi cualquier cosa sin ir a buscarla a ninguna parte, porque basta con pulsar dos teclas para que Internet te ponga en la mano el disco, la noticia o la imagen que estuvieras buscando, parece que es más fácil desear las cosas que quererlas y que a fuerza de acumular titulares, citas y resúmenes nos arriesgamos a sustituir el conocimiento por la simple curiosidad, que es un buen punto de partida, pero un mal destino. Importa más probar que elegir y estar al tanto de lo que sucede que tener una opinión sobre ello, lo cual en muchos casos nos vuelve a la vez insustanciales e insaciables. ¿Se puede considerar informada una persona que lee los teletipos que le van llegando a su teléfono móvil? ¿Oír dos canciones de cada CD que se edita te convierte en melómano? ¿Coleccionar frases célebres te vuelve un amante de la filosofía?

Algunas personas creerán que lo fragmentario es la única opción en este mundo en el que ya no ganan los más fuertes, sino solo los más rápidos y la paciencia ha sido sustituida por la velocidad; otras verán en ello la negación de la propia cultura, que no consiste en tantear la superficie de las cosas, sino en profundizar en ellas.

“Es cierto que en Internet ya no se navega, solo se surfea”, dice el director de cine Fernando León de Aranoa, “porque el usuario se ha vuelto promiscuo: al menor indicio de decepción, cambia de ola. Hay menos compromiso, menos fidelidad y por añadidura una mayor pasividad, porque ahora son los contenidos los que salen en tu busca, y no al revés.

Los extremos de la cuestión parecen claros: a un lado, la posibilidad de obtener respuestas inmediatas y al otro la falta de tiempo y espacio para reflexionar sobre ellas. De una parte, las ganas de saber y de otra tan solo la de estar enterados o, al menos, fingirlo.

“Mejor el picoteo que la ignorancia total”, dice el director de cine y escritor David Trueba. “Creo que una buena metáfora de todo esto que ocurre la tenemos en los restaurantes más prestigiosos, que ya no son los que te dan dos grandes platos, sino 11 pequeños, y que de ninguna forma son peores. sea más que el espejo de unos tiempos entregados a la globalidad y las corrientes de opinión, donde todo se conoce y se desconoce a la vez. En el primer caso, porque las noticias vuelan más deprisa que nunca y en el segundo, porque cada vez tenemos menos tiempo para detenernos a meditar acerca de ellas.

Por supuesto que vivimos tiempos de confusión, en los que todo parece aún por definir, porque no es fácil querer saberlo todo y estar orientado, de manera que muy a menudo perdemos la oportunidad de disfrutar de las cosas por completo y olvidamos, por seguir con el mismo ejemplo de la comida, que siempre es mejor consumir despacio y lo justo a engullir e indigestarse. Nada va a ser como era, pero eso no debe asustarnos: simplemente, habrá que experimentar otras cosas y atreverse a mezclar lo que nunca había estado junto, como los cocineros”.

Tiempos líquidos, como los ha llamado Zygmunt Bauman, en los que sin duda tenemos que construirnos “una identidad flexible que haga frente a los cambios continuos de la realidad” y siga el ritmo de los avances tecnológicos, pero en los que también corremos el riesgo de no ahondar en nada a base de catarlo todo, sin darnos cuenta de que dar un paso en cada dirección es una manera de no moverse.

Nos encontramos en la próxima!